«Morir» en la hoguera el Martes de Carnaval

Juan Antonio Urbeltz aborda aquí el carnaval como manifestación universal de la cultura europea. El carnaval no debe ser entendido aisladamente, como se hizo en la multiplicidad de explicaciones particulares dadas en el siglo pasado. El carnaval no es un tiempo festivo opuesto a la cuaresma, sino un tiempo ritual que busca conjurar y prevenir amenazas reales. Las antiquísimas representaciones «teatrales» de los carnavales advierten de graves calamidades naturales, como plagas y epidemias, que cíclicamente vuelven.

Particularmente ilustrativos de lo anterior son los bellos carnavales de Lanz y Lastovo. En ellos, dos personajes morfológicamente opuestos son los grandes protagonistas. En el de Lantz es paseado en caótico tumulto el gigante Miel Otxin, imagen del hambre llegada tras el paso de la plaga de langosta, alegóricamente representada por el zaldiko o caballito con faldas. En el de la isla croata de Lastovo, el simpático Poklad, un mensajero de cortísima talla, anuncia a las gentes de la isla la invasión que prepara una escuadra de «moros- catalanes», imagen militar de la temible plaga de langosta.

Dos personajes diversos en dos lugares distantes expresan iguales inquietudes y enriquecen una misma corriente universal de la cultura europea.