El primer tercio de este libro es impactante y al mismo tiempo terrorífico. Porque podría pasar. Porque podríamos vernos sometidos bajo una dictadura que disminuye la voz de una mujer (y prácticamente anula su vida) gracias a un contador que produce una descarga eléctrica al pasar el límite de 100 palabras.

Pero después toda esa idea se desinfla, hay muchos sucesos que se solucionan gracias a casualidades y por esto mismo hay hechos que no me he llegado a creer. Se nota que le falta profundidad a esta distopía y me molesta porque no solo me parecía interesante la premisa, sino que me gustaba mucho el enfoque que tenía por la protagonista y por su familia.

Pero sigue siendo una lectura recomendable, una historia que cabrea y también puede dar pie a la reflexión.