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Que viva eternamente con sueño y que mi nivel de inglés sea justito para el libro implica que no lo he leído tan fluidamente como me gustaría. He tenido la sensación como cuando estudiando matemáticas nos explicaban un lema con una demostración que a priori no iba a ninguna parte pero al final ya intuías cómo iba a ayudar a demostrar el teorema (o la idea brillante del libro). De ahí al final ya se pone en marcha la acción o aplicación práctica del teorema y te lo acabas y sigues con tu vida, sin acordarte de la arena que masticaste al principio ni de más que las líneas generales de la aplicación práctica, pero sí del kemmer y del frío que hacía en el planeta.

Cuánta escatología para meter dos chistes buenos y una ristra de insultos a Pablo Motos. Apenas hay nada que sea creíble, algo que suele venir bien para que las situaciones absurdas tengan efecto.

Tremendo sopapo de ternura. Lo lees de una sentada con una sonrisa entrañable en la cara y una lágrima en la cornisa del párpado.