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Escribí esta reseña el año pasado:

Terminé de leer este libro a finales de verano.

Este año ha sido inusualmente complicado. Por un lado, por este virus que no parece querer abandonarnos. Por otro, porque personalmente ha sido una montaña rusa de la que me he caído solo para que los vagones me pasaran por encima posteriormente. Por eso no es extraño que mi propósito de año nuevo de leer más libros se quedase en eso, en propósito. Todos los años me dispongo a leer una cantidad determinada de libros para, al llegar el final de diciembre, frustrarme por no haberlo conseguido. Se me atragantan las letras y se me hacen bolas las páginas. Sin embargo, siempre que Mike me pregunta si quiero leer algo nuevo sé que me acabará arrastrando.

Esta historia no fue la excepción. Aunque la vida no me daba para más, me vi pidiéndole que me pasara nuevo contenido porque quería saber qué le iba a suceder a Eric.

La historia tiene dos líneas temporales claramente diferenciadas. Se complementan y solo puedes comprender la segunda con el contenido de la primera. Quizá por mi edad o porque me gusta más buscarme en lo que leo, me gustó bastante más la parte adulta.

En este libro, Mike nos relata algo que casi todas las personas LGTB+ hemos vivido y que muchas veces no echamos en falta hasta ya entrada la juventud. La posibilidad de vivir ese primer amor de forma libre, sin temor a lo que nos rodea o al posible rechazo de una sociedad que impone la heterosexualidad como norma imperante y molde.

Si ya has leído la saga de Fuego y Hielo, reconocerás la sensibilidad de aquello que se ha vivido en primera persona. Si no lo has hecho, este es el libro perfecto para que descubras lo que Mike tiene que contar, que no deja de ser lo que muchas personas han callado para que, nuevamente, no nos tachen de generación de cristal.