Hace poco leí una novela, “Vozdevieja”, de Elisa Victoria, cuya narradora-protagonista era una niña de nueve años. Me encantó. Me he pasado toda la lectura de “Panza de burro”, también narrada por la voz de una niña de diez años, tratando de averiguar por qué mi reacción es totalmente opuesta. ¿Será porque parece una serie de episodios inconexos? ¿Porque me chirría ese uso tan arbitrario de la escritura fonética? Un recurso que nunca me gusta en general, pero aquí a veces imita el acento canario, a veces mete mierdas como “güevo”, explíqueme cómo se dice de otra manera.
Es una obra que no me dice casi nada, apenas abre una ventana a cómo se vive en otras coordenadas, pero con tan poco oficio, tan deslavazado, que no me ha causado ningún placer su lectura.