Álvaro G. Molinero reviewed Transformar el mundo by Neil Davidson
Un monstruo de casi 1000 páginas bastante arduo de leer
2 stars
La cuestión de las revoluciones burguesas es compleja, hecho que se manifiesta ya desde su mismo nombre: ¿Puede la burguesía como clase ser revolucionaria? ¿Eran estas revoluciones exclusivamente protagonizadas por burgueses? ¿Por qué se las llamó también revoluciones democrático-burguesas? ¿Fue pues la burguesía quien ganó la democracia?
En el curso de la historia existen una serie de continuidades, por ejemplo las clases dominantes han sabido adaptarse a nuevas situaciones y permanecer en la cúspide social en múltiples ocasiones, y también existen rupturas y revoluciones, por ejemplo el que alumbró el actual estado de las cosas. Hay pensamientos en la teoría política contemporánea, sobre todo aquellos partidarios de modelos funcionalistas , que rehuyen de los procesos revolucionarios porque tienden a desestabilizar de tal forma el sistema que degeneran en violencia o autoritarismo. Sin comprender que las revoluciones han sido momentos que han permitidos cambios positivos (aunque podamos discutir si el propio …
La cuestión de las revoluciones burguesas es compleja, hecho que se manifiesta ya desde su mismo nombre: ¿Puede la burguesía como clase ser revolucionaria? ¿Eran estas revoluciones exclusivamente protagonizadas por burgueses? ¿Por qué se las llamó también revoluciones democrático-burguesas? ¿Fue pues la burguesía quien ganó la democracia?
En el curso de la historia existen una serie de continuidades, por ejemplo las clases dominantes han sabido adaptarse a nuevas situaciones y permanecer en la cúspide social en múltiples ocasiones, y también existen rupturas y revoluciones, por ejemplo el que alumbró el actual estado de las cosas. Hay pensamientos en la teoría política contemporánea, sobre todo aquellos partidarios de modelos funcionalistas , que rehuyen de los procesos revolucionarios porque tienden a desestabilizar de tal forma el sistema que degeneran en violencia o autoritarismo. Sin comprender que las revoluciones han sido momentos que han permitidos cambios positivos (aunque podamos discutir si el propio proceso nos parece ético o no) que, sin éstos, no se hubiera producido (concepciones cibernéticas de la política): sin revoluciones no habrían existido las conquistas de derechos políticos, civiles o sociales. Revolución, ese concepto que antes del siglo de la ilustración significaba vuelta al mismo lugar y que, a partir de este siglo, comenzará a ser usado como sinónimo de progreso, avance hacia algo mejor. Incluso el capitalismo tuvo que abrirse paso revolucionariamente ante el impedimento de la elevada concentración de tierras en manos improductivas, los impuestos, dádivas y arbitrariedades de la clase dominante feudal.
El escocés Neil Davidson en esta obra descomunal ha estudiado una serie de procesos revolucionarios, empezando por las revoluciones burguesas paradigmáticas, la inglesa (1640-1688) y la francesa (1789-1799), siguiendo por la Revolución Rusa, incluyendo todo el periodo que cubre desde 1905 a 1929 con el advenimiento del stanilismo y la revisión del marxismo-leninismo (ciertamente aburrida esta parte), hasta las revoluciones anticoloniales de mitad del siglo XX. La tesis de Davidson en esta obra es que, en este período, la mayor parte de revoluciones que se han llevado a cabo han cumplido el papel histórico de la revolución burguesa. Y que éste no consiste en instaurar la democracia o abolir por completo las estructuras feudales. La tarea principal de las revoluciones burguesas es la creación de estados favorables a la acumulación de capital, al margen de que estos estados sean más o menos democráticos o de que en ellos se hayan eliminado totalmente o parcialmente los vestigios del feudalismo.
Con el repaso de todos estos procesos revolucionarios, Davidson sintetiza los que fueron ingredientes necesarios para que las revoluciones burguesas de los siglos XVI-XIX se abrieran paso, recogidos literalmente de una reseña de este libro de Albert Botran:
1. La crisis del feudalismo. 2. La existencia de una alternativa capitalista, desarrollada en lugares donde la burguesía estaba creciendo, tales como las ciudades-estado italianas o Catalunya. 3. La debilidad del Estado. Por el contrario, hay casos donde el Estado pudo resistir el embate: el imperio otomano, el mogol, el chino o el español pudieron frenar a la burguesía. 4. Una dirección burguesa que lidere a las masas para luchar contra el Estado. Suelen ser sectores que no están implicados directamente en el proceso de explotación capitalista. Es decir, los líderes revolucionarios no son industriales, banqueros o grandes comerciantes, sino abogados, periodistas, clérigos, etc. Gente que puede elaborar discurso para crear una narrativa del cambio. 5. Una ideología de transformación, como históricamente lo fue el protestantismo radical, el nacionalismo o las causas de la democracia y la libertad.
Finalmente, Davidson concluye que en la actualidad la revolución burguesa ya se ha consolidado en la inmensa mayoría del mundo y que, por tanto, las revoluciones sociales venideras tendrán un carácter socialista... o no serán revoluciones sociales. En este sentido, una de las aportaciones más significativas del libro es la caracterización de las diferencias entre revoluciones políticas y revoluciones sociales:
“Las revoluciones políticas son luchas en el seno de una sociedad por el control del Estado, en las que se enfrentan sectores de la clase dominante existente y que dejan intactas las estructuras socia-les y económicas fundamentales [...]. Las revoluciones sociales, en cambio, no son meros enfrentamientos por el control del Estado, sino por transformarlo, bien como respuesta a cambios en el modo de producción que ya han tenido lugar, o para inducirlos”.
Así, tan solo tres procesos de largo alcance a lo largo de la historia son revoluciones sociales tal como las define el autor: la transición de la esclavitud al feudalismo, las revoluciones burguesas y la revolución socialista. Aunque, rehuyendo del dogmatismo, concluye que “algunas revoluciones que, consideradas en sí mismas, parecen ser meras revoluciones políticas, son de hecho el episodio inicial o final de una revolución social más amplia”.