Tesis principal del libro: las TIC son una realidad. Puede gustarnos más o menos su existencia, pero el hecho es que el alumnado las usa en su día a día y, actualmente, son esenciales para llegar a ser ciudadanos (según el paradigma republicano de ciudadanía). Éstas pueden llevar a dos extremos: el nihilismo egoísta no compatible con el concepto de ciudadanía o puede ampliar los términos limitados de la ciudadanía liberal actualmente existente de baja participación ciudadana.
Primera parte: ciudadanía moderna y comunicación. La comunicación moderna es una condición para el yo autónomo. La tesis es la siguiente: en tiempos prehistóricos la conformación del yo en sentido intelectual sería poco más que una amalgama de cultura transmitida de forma oral, de tradiciones y normas éticas asimiladas generalmente de forma acrítica. Conforme la palabra escrita se fue generalizando, sobre todo a partir del invento de la imprenta, la autonomía de las personas y de los pueblos fue incrementándose. Es por ello que existe una estrecha relación entre la sociedad potenciada por las TIC y la democracia.
La individuación sería el proceso por el cual cada ciudadano podría seleccionar contenidos en las redes sociales (RRSS) y el resto de medios de comunicación y, en general cualquier medio para comunicarse, y crearse a sí mismo como ciudadano o, en el caso contrario, de caer en el nihilismo consumista de productos en dichas redes (y por tanto no formarse como ciudadano). Según se siga un modelo de ciudadanía del paradigma republicano-comunitarista o el modelo de ciudadano más propio del paradigma liberal, donde cada ciudadano es responsable de sus actos, importando poco si está, o no, educado con ciertos principios básicos que lo impliquen en la sociedad en la que está inmerso1. El proceso por el cual cada individuo reforzaría sus preferencias personales y lo llevaría en alguna de las direcciones señaladas sería la activación selectiva. Una activación selectiva que no esté respaldada por una educación en las TIC, en su uso como instrumento potencialmente formado, desembocará en una individuación nihilista incompatible con una democracia deliberativa. Los ciudadanos formados en libertad y gracias a las TIC conformarán una nueva opinión pública que no estará basada únicamente en la racionalidad científica, en una opinión formada que podrá ser diversa, como los es la ciencia. En un solo concepto: democracia deliberativa.
¿Pero tan buenas son las TIC a la hora de crear una ciudadanía participativa y formada? La respuesta que da el autor es ambivalente, aunque siga siendo optimista con el resultado final. En primer lugar expone que no todo el mundo concibe la potencialidad de las TIC igual que él. Existe una “antropología mediática del yo soberano” que no ve ninguna implicación moral en que los ciudadanos se dediquen a consumir productos audiovisuales carentes de todo valor intelectual. Existe también una “antropología mediática del yo manipulado” que ve imposible el uso de las TIC como instrumento porque pertenecen a grandes grupos mediáticos y, dada la desigualdad de poder entre el receptor o pequeño productor. Frente a estos dos extremos, el autor se sitúa en una “antropología del ser autónomo en lo audioviual y ciudadano en lo mediático”. Las personas son autónomos en la decisión de aquello que escogen en los medios de comunicación, pero no del todo.
Segunda parte: límites posmodernos a la ciudadanía mediática. Una vez analizadas las TIC como potencial herramienta formadora de ciudadanos activos y participativos, Gozálvez analiza los posibles límites de esta herramienta, además de las críticas al modelo de sociedad líquida en la que vivimos y, en general,los límites a la formación de ciudadanos a través de las TIC en las sociedades posmodernas. Uno de los primeros límites es el oligopolio mediático. Otro límite podríamos resumirlo en “usos concretos de las TIC que se han establecido socialmente”. Estos usos no dependen de criterios tecnológicos. Es decir, sería falaz afirmar que las TIC nos han embrutecido per se. Otro límite que imponen las TIC son las nuevas dinámicas comunicativas que se dan en las RRSS, diferentes de las del discurso oral o de la comunicación escrita. Por tanto, volvemos a las cuestión planteada en la primera parte.
Aquí Gozálvez plantea el espinoso asunto del individualismo. ¿Todo individualismo es nocivo para una sociedad? El plantea que no es así y que, de hecho, existe un individualismo constructivo con lo social. Vayamos por partes. Distingue un individualismo cínico tecno-comunicativamente alimentado o individualismo posesivo parasitario, que desconfía de la cosa pública, que es cínico en un sentido peyorativo y que se aleja del sentido original del término (individuos que, con sus acciones individuales, criticaban el sistema establecido), apático, desencantado y radical que no se sitúa al margen del sistema, si no que se sirve de lo social para medrar. Habría una versión de baja intensidad del mismo. Sin embargo existiría un individualismo crítico vinculante, derivado de los valores de la ilustración. Gozálvez propone hasta 7 valores operacionalizables en el aula para trabajarlos y poder educar individuos en este individualismo leal con lo público. Entre esas competencias se encuentran, por ejemplo, distinguir lúcidamente las informaciones contrastadas y las opiniones razonables, contribuir a una opinión pública deliberativa, seleccionar e interpretar adecuadamente el mar de información disponible o, a mi parecer la más importante, detectar intenciones, valores o ideología en los productores mediáticos, constituyéndose en quinto poder, tanto en las informaciones recibidas, como en la publicidad y otros medios.
Para terminar esta parte, el autor realiza una crítica del neoliberalismo y cómo ha alentado el individualismo egoísta utilizando para ello las pequeñas diferencias que nos separan y pone como ejemplo de individualismo vinculante aquellas personas que, pensando en el bien de todos, han denunciado las violaciones de derechos humanos en las zonas francas en los países en vías de desarrollo.
Tercera parte: educación para la ciudadanía mediática. Además del reto de formar ciudadanos participativos ¿Cual es el otro gran reto de la educación para la ciudadanía mediática? La llamada alfabetización mediática íntegra o “el reto de educar para que el nuevo «saber» digitalmente expandido vaya transformándose en precisamente eso, en saber, y no en mero cúmulo disgregado, caótico, inabarcable, de baja credibilidad y redundante en que tan a menudo se ha convertido la «revolución cognitiva»”. Es decir, que realmente el ciudadano formado en destrezas digitales y en valores republicano-comunitaristas, los pueda aprovechar convenientemente, de forma autónoma, para formarse continuamente a sí mismo. Es decir, se trata de volver al proyecto de la ilustración. Esto puede encontrarse con barreras en el profesorado, en principio escéptico al uso de estas TIC en el aula. Sin embargo, algunas metodologías como aquellas centradas en lo audiovisual, dada la cultura en la que el nuevo alumnado se ve socializado, pueden ser de gran utilidad (por ejemplo, el uso del cine). También es importante tener en cuanta, en la adopción de metodologías relacionadas con las TIC, las nuevas formas de comunicación dentro del grupo de iguales y sus diferencias (o similitudes) con su familia.
Para terminar esta tercera parte, y como propuesta, Gozálvez describe su proyecto de escuela 2.0 en tres etapas o fases: I) en primer lugar una alfabetización técnica mediática, es decir, aprender los rudimentos de la comunicación digital, como el uso de un determinado lenguaje icónico y simbólico, y algunos conceptos básicos, II) la formación mediática o la adquisición de habilidades más allá de lo conceptual (competencias como el filtrado de información), la historia de la humanidad a través de sus formas de comunicación, haciendo énfasis en la publicad como elemento transmisor de ideas e ideología, y III) la educación cívica mediática, con once propuestas de contenidos a tratar, entre los cuales encontraríamos la brecha digital, la cultura de masas, la red como plataforma cívica, valores de la sociedad-red, etc. El libro acaba con un decálogo para la educación cívica mediática que extiende esos contenidos a través de los valores que son deseables en una sociedad-red democrática.