El fotolibro te lleva allí. Te convierte en testigo. Ves a las personas normales, de una ciudad que podría ser la tuya, sufrir y morir. Ves los ciclos de violencia que irrumpen en las vidas de la gente, que podrías ser tú.
Chavales lanzando piedras contra ejércitos que les están disparando, familias gritándole al fotógrafo, sabes que le dicen que corra, oyes los disparos. Ves muertos. Grandes agujeros atraviesan las casas... Eres testigo de situaciones terribles, algunas mostradas por el rabillo del ojo. Y odias la guerra.
Contiene una de mis fotos favoritas, una mujer joven reza con su familia alrededor, abrazados a ella. Sabes que sus seres queridos están matando y muriendo unas calles más allá. Sientes que ella encarna en ese momento a la humanidad entera y, de alguna manera, al ver la foto te unes en ese abrazo.
Yo diría que es la mejor crónica de fotoperiodismo de guerra que he visto.