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Lejos de profundizar, a modo de catálogo de curiosidades y como sugiere el título, en las extravagantes fantasías de trascendencia y escape que albergan los multimillonarios tecnológicos yanquis, como la creencia de que vivimos en una simulación digital (brillantemente expuesta en el documental “A Glitch in the Matrix”), el transhumanismo o la vida en búnkeres autosuficientes situados dentro o fuera de la Tierra, este libro analiza la mentalidad que sustenta dichas fantasías.

Así, esta obra del crítico de la tecnología Douglas Rushkoff resulta muy útil para entender los fundamentos de la ideología neoreaccionaria estadounidense, que acaba de acceder formalmente al poder político con la presidencia de Donald Trump. Se trata de un movimiento, encarnado por los multimillonarios tecnológicos de Silicon Valley —cuyas figuras más populares tal vez sean Peter Thiel e Elon Musk—, que sitúa su triunfo empresarial en el centro.

Dicho éxito en los negocios digitales e industrias tecnológicas, conseguido a través de tácticas monopolísticas y contratos con el Estado, se identifica, vaya usted a saber por qué mitología agile o kaizen, con el derecho a gobernar un país.

Estos individuos, como salida a los problemas creados por el mismo salvaje extractivismo y explotación que ellos representan, tratan de vendernos tecnosoluciones relativamente simples, implementadas de arriba a abajo, de sostenibilidad dudosa, obligatoriamente compatibles con el crecimiento sin fin de los fondos de capital riesgo y presentadas con un aire mesiánico que busca reforzar la posición de poder de estas —más bien estos— figuras.

Lo único que piden a cambio es sustituir a los Estados libres por su propio gobierno en un régimen de desregulación total y renuncia a la democracia. Se trata, por tanto, de un enfoque profundamente desigual, individualista y antihumanitario; una suerte de despotismo iletrado que, además, hace descansar su plan de futuro en la ocurrencia de un milagro, en el advenimiento de un nuevo proceso de Haber-Bosch, por decir algo, para que los ciudadanos de a pie podamos malvivir unos años más, mientras ellos aumentan sus beneficios, antes de que todo estalle en el Apocalipsis del cual estos empresarios esperan escapar gracias a los planes impulsados por sus fantasías.

En definitiva, Douglas Rushkoff ofrece un texto muy revelador para tomar conciencia de lo que amenaza con venírsenos encima, a la sombra del brillito siempre molón de los servicios digitales y las herramientas tecnológicas.

Primera novela donde aparece Roquedal, un pueblo costero español completamente normal, pero también provisto de ecos siniestros, derivados de su cualidad de posible frontera entre realidades. Una magnífica novela epistolar, con toques folk horror, que reflexiona acerca de las palabras con idéntica naturalidad que un found footage habla del medio cinematográfico. Concretamente, “Cartas de un Asesino Insignificante” explora la manera en que se produce el hecho literario: cómo a través del lenguaje damos realidad a cosas que no existen (y confiamos en ellas) y cómo a partir de las palabras, que están aquí, extraemos significado o ideas o sentimientos, que no están, a la manera de una ilusión óptica —el término Gestalt aparece en el libro y también el nombre de Wittgenstein.

La vivacidad de esta novela, la capacidad del autor para construir un pueblo completo y palpable en pocas páginas, con la dificultad añadida de hacerlo dentro de un corsé epistolar que no pierde naturalidad, resulta remarcable. Como admirable y aguda se antoja también la visión romántica del autor, en la cual a los humanos suele definirnos el término contrario al que a primera vista creemos. Los recuerdos definen nuestro presente, los momentos absurdos definen nuestras tragedias, la pérdida define nuestros amores y, por último, la muerte define nuestra vida. A partir de aquí, Somoza se dedica a indagar sobre la muerte hasta desarticularla, con todo lo peligroso o liberador que ello podría conllevar.

Tal densidad de ideas convive con la construcción de un personaje principal auténticamente encantador, por mucho que su caracterización se concentre, en trazos breves, pero elocuentes, al inicio y al final del relato. Una mujer de mediana edad, Carmen, traductora y escritora, con un trauma reciente a cuestas que se remueve a causa del fallecimiento inesperado de un vecino del pueblo. Una mujer deprimida, solitaria, hastiada cuya búsqueda—lejos, en su madurez, de arrebatos emocionales—, tal vez o no infructuosa, de una sólida serenidad dentro de los sinsabores de la vida, se aparece al lector como algo verdaderamente hermoso.

Dicen las malas lenguas que el terror atrae a gente intrínsecamente voyeurista, morbosa…y algo de eso debe de haber, pues el motivo que tuve para leer este libro fue comprobar cómo se habría desenvuelto Stephanie Perkins, exitosa autora de romance, en el slasher juvenil. La experiencia, aunque no completamente satisfactoria, ha sido bastante mejor de lo que dictaba mi prejuicio contra esta novela de instituto.

La primera mitad resulta, eso sí, durilla. La acción, entendida como las sangrientas actuaciones del asesino y las reacciones a dichos crímenes, se reduce al mínimo. Perkins dedica casi todo el espacio a presentar a los personajes. Esto se hace mediante el desarrollo de un romance normalito, sin elementos melodramáticos, probablemente para que cualquier adolescente pueda identificarse. El turbio pasado de los protagonistas, al que se alude una y otra vez, es mantenido en secreto hasta mucho más adelante. Y el estilo de la autora no es lo bastante rico para que nos impliquemos profundamente con los personajes ni con el pueblecito de Nebraska donde transcurre “Hay Alguien en tu Casa”, por lo que el interés en este tramo no será demasiado alto.

Todo ello mejora en la segunda mitad. Los acontecimientos se precipitan. Los protagonistas ganan profundidad —aunque casi todos los secundarios se mantienen acartonados— y el escenario adquiere mayor relieve. Aun así, encontraremos una subtrama cercenada, algún detalle que no cuadra con la resolución del misterio en torno al asesino y demasiadas ocasiones en que la acción resulta algo confusa debido a pronombres cuyo referente no está claro.

Sin embargo, se trata de una novela apreciable, que toma en serio a los adolescentes y sus preocupaciones, como el miedo a hacer el ridículo o la duda sobre si el mal habita o no en nuestro interior. Además, transmite valores positivos: la importancia de aprender a expresar nuestras emociones, la responsabilidad y contar con verdaderas redes de apoyo, frente a la opresión de nuestra comunidad de nacimiento, echar la culpa a factores externos y lo aborregado o violento del comportamiento de las masas.

Pero, amigos, todo tiene un límite. Incluso el morbo. Y después de esta novela, no tengo ganas de acercarme a “No Entres en el Bosque“, el otro título de terror de Stephanie Perkins. Me abstendré de ello, ni que sea para demostrar que los aficionados al terror tampoco somos tan raritos.

Ante la convicción de que el siglo XXI será el de la biotecnología y la biomedicina, surge este libro coral, escrito por 15 expertos de diferentes ámbitos —biología, medicina, bioquímica, informática—, alguno de los cuales también se dedica a la divulgación, a la comunicación científica, de manera profesional.

El objetivo del libro consiste en introducir de manera sencilla al lector en la genética. Concretamente, hacerle comprender la revolución que supuso tanto el descubrimiento, en 1953, de la estructura química del ADN, la molécula que contiene las instrucciones hereditarias usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos, como su posterior secuenciación, es decir, la lectura de la información contenida en el genoma de cualquier especie, incluidos los seres humanos.

“Genes: Escribiendo el Guion de la Vida” aparece enfocado en las aplicaciones que tienen dichos descubrimientos, centrándose principalmente en la genética de poblaciones, esto es, en la información sobre la historia evolutiva de una especie que puede ofrecer la lectura de su genoma y en la ingeniería genética, es decir, en los avances que produce la manipulación y trasferencia del ADN de unos organismos a otros, permitiendo controlar algunas de sus propiedades genéticas. Asimismo, hay un capítulo dedicado a la epidemiología genómica, a cómo la información genética de los microorganismos ayuda a controlar la transmisión de las enfermedades que provocan.

Aunque a lo largo del texto no se hace especial énfasis en ello, la exposición de estas áreas de conocimiento ayuda a combatir ciertos miedos existentes a pie de calle respecto a la manipulación genética. Al fin y al cabo, solemos percibir el ADN como nuestra esencia más íntima, más estable, aquello que nos hace ser precisamente como somos. Y solemos considerar cualquier intento de manipulación genética como la inevitable creación de engendros infernales propios de la ciencia ficción. Este libro nos hace pensar que los seres humanos llevamos milenios modificando, para nuestro beneficio, los genes de tomates, arroz, trigo, caballos, cerdos, perros y gatos...aunque, en este caso, lo de los engendros sí que es un poco cierto.

¿Cómo temer a los cultivos genéticamente modificados y transgénicos cuando, además de esta manipulación milenaria, nosotros mismos llevamos en el ADN genes de otras especies? ¿Cómo creer que el ADN es único en cada persona cuando existen individuos —las quimeras— formados por células con genomas distintos entre sí? ¿Cómo aseverar que aquello que somos viene escrito en nuestro ADN cuando la epigenética nos ha enseñado que ciertos factores ambientales producen cambios heredables en la expresión de los genes, cambios no atribuibles a alteraciones en la secuencia de ADN? ¿Cómo mantener que, en ausencia de modificaciones, nuestro ADN es estable cuando, dentro del mismo, existen elementos móviles —transposones— que saltan alegremente de una región a otra del genoma?

Sin embargo, el libro no está carente de sentido crítico. Debido a su sencillez y extrema precisión, el surgimiento de la técnica CRISPR/Cas9, una novedosa herramienta de manipulación —edición— genética, ha originado algunos problemas. Los biohackers son una comunidad de individuos, normalmente sin conocimientos formales y que actúan en entornos caseros, que pretenden, vanamente, incorporar mejoras en su ADN utilizando kits de edición genética. En un entorno absolutamente profesional, encontramos el caso del científico He Jiankui, quien anunció en 2018 que había creado a dos gemelas editadas genéticamente para que fueran inmunes al VIH. Que la técnica CRISPR sea lo más preciso en edición genética a nuestro alcance no significa que sea milagrosa. Y la actuación de Jiankui, además de fallar en su intento de crear inmunidad al virus del SIDA, resulta no sólo carente de ética, sino imprudente (por las posibles consecuencias a largo plazo para la vida de esas niñas) y totalmente absurda, teniendo en cuenta los tratamientos disponibles para controlar la transmisión del VIH. Por último, nuestro ADN contiene INFORMACIÓN genética. Y no faltan empresas dedicadas a recopilar bases de datos genéticos humanos —como hacen las tecnológicas con nuestros datos personales— para venderlas al mejor postor. El capítulo del libro dedicado a este asunto proporciona consejos sencillos y útiles para defendernos de dichas empresas.

“Genes: Escribiendo el Guion de la Vida” es un volumen muy completo. Riguroso y, al mismo tiempo, escrito con gran claridad. Proporciona un panorama detallado del estado actual de la genética y de los retos de cara al futuro. Cada capítulo viene acompañado por lecturas complementarias para profundizar en el asunto tratado. Y el libro también cuenta con un glosario para aclarar conceptos. Una buena obra de divulgación científica.