Los financieros a quienes Napoléon III había entregado México esperaban con otra guerra de conquista nuevas presas que devorar. La guerra asestó el golpe de gracia al Imperio. Hubo entrenamiento de hombres, como se hace con las jaurías en la época de caza; pero ni los toques de anacoras, ni las promesas de botín despertaban a las masas; el Imperio, entonces, entonó La Marsellesa. Esto las hizo erguirse, inconscientes, y cantaban creyendo que con la Marsellesa alcanzarían la libertad.