Se oyeron aclamaciones. Acababan de nombrar a Rochebrune general de la Guardia Nacional; pero él exclamó:
—¡La Comuna primero!
Entonces, un recién llegado se lanza a la tribuna, cuenta que el batallón 106 había liberado al gobierno, que el cartel es mentira, que la Defensa Nacional ha mentido, que más que nunca el plan de Trochu era el que regulaba la marcha y el orden de las derrotas y que París más que nunca, debía velar por sí misma más para no ser entregada. Gritamos: ¡Viva la Comuna!
Un hombre gordo que esperaba no se sabía qué en la plaza se mezcló con los guardias nacionales y trató de exponer su opinión: —Siempre hacen falta jefes, dice, siempre se necesita un gobierno que os dirija.
Debe ser un orador de la reacción, no tenemos otra cosa mejor que hacer que escucharle.
Sí. El cartel era mentira, el gobierno había mentido.
París no nombraba su Comuna.
Todos los que la víspera habían sido aclamados eran objeto de acusación.