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Muy denso, muy completo y muy complejo. Analiza muy bien el fenómeno del sesgo en la actividad científica, y crea el concepto de paradigma, necesario para explicar la necesidad de la ruptura que supone lo que él llama "revolución científica". Dicha ruptura nace del paradigma anterior, y su imposibilidad para explicar una serie de problemas, y cómo de la necesidad de sustituirlo se abre un campo conceptual totalmente nuevo. Eso provoca la incapacidad de su asimilación por una fracción muy grande de la comunidad científica y la necesidad de que una nueva generaciónde científicos lo interiorice y expanda.

Un poco farragoso por la extensión, la superabundancia de datos y ejemplos y lo repetitivo de sus planteamientos teóricos. Algo enervante debido precisamente a lo acertado de sus análisis, las enormes injusticias que desvela y la impunidad de los explotadores que denuncia. Pero esto en la parte positiva del análisis.

Sibilino alegato feminista en el que se evidencia que en aquel tiempo el hombre podía ser dueño de su destino. El protagonista habla en 1ª persona y analiza a los personajes provincianos como un entomólogo. Mientras, las mujeres - corales, colectivas, esencialmente sociales - carecen de voz propia. Están a merced de las convenciones, de los acontecimientos, de los no-acontecimientos, del qué dirán.

Contiene numerosas inexactitudes científicas y técnicas (un ejemplo, confunde la grasa corporal con el colágeno). Entiendo que están ahí por efectismo literario, pero una vez que te han decepcionado en ese sentido, el efectismo se pierde. Apelar con toda la crudeza posible a la muerte, la violencia, la rebeldía sin argumentación, la rebelión porque me aburro porque lo tengo todo, tiene algo de niño malcriado gritando "¡Hazme caso!". Apto para hombres maduros que añoran su adolescencia. Advertencia: no intentarlo en casa, la violencia nunca ha mejorado la vida sexual.