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Marta Peirano: El enemigo conoce el sistema (Paperback, 2019, Debate) 4 stars

El ecosistema definitivo para la vigilancia y manipulación de miles de millones de personas en previsión de un futuro irrevocable: pronto seremos muchos más viviendo en mucho menos espacio, compitiendo por menos recursos, en un entorno cada vez más hostil. Y estas infraestructuras de poder centralizado, persistente y oscuro no están diseñadas para ayudarnos a gestionar esa crisis. Están diseñadas para gestionarnos a nosotros durante la crisis. No nos van a servir para hacer frente al poder. Las herramientas del poder nunca sirven para desmantelarlo.

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Marta Peirano: El enemigo conoce el sistema (Paperback, 2019, Debate) 4 stars

SCL Group era una consultora británica que proporcionaba «datos, análisis y estrategia a gobiernos y organizaciones militares en todo el mundo» y que «durante veinticinco años [han] conducido programas de modificación del comportamiento en más de sesenta países». Su especialidad eran las «psyops» (operaciones psicológicas) en países como Pakistán y Afganistán. Cambridge Analytica era su hija estadounidense. Su principal accionista era un multimillonario ultraconservador llamado Robert Mercer, uno de los dos principales apoyos financieros de Trump. Steve Bannon era el estratega jefe de su campaña y más tarde consejero del presidente hasta que fue despedido en agosto de 2017.

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Marta Peirano: El enemigo conoce el sistema (Paperback, 2019, Debate) 4 stars

Twitter fue la primera plataforma en presentar claros síntomas de intervención. En 2016 había al menos 3.841 cuentas falsas que habían producido más de 10,4 millones de tuits, que habían sido retuiteados o recomendados unas setenta y tres millones de veces.

El primer informe de Inteligencia se centró en Google y Facebook, y estudió el uso de sus plataformas publicitarias y la clase de campaña sutil y efectiva que procuraron. Los dos informes más extensos y recientes de la firma de ciberseguridad New Knowledge y del Laboratorio de Propaganda Computacional de la Universidad de Oxford, indican que la Agencia rusa había tejido una red mucho más compleja; un ecosistema autorreferencial y expandido que incluía grupos de Google+, Reddit, Tumblr, Pinterest, Vine, y sobre todo Instagram y YouTube. Todas las cuentas se retroalimentaban unas a otras a lo largo de distintas plataformas de manera consistente. Los dos informes aseguran que las plataformas ocultaron al Congreso la gravedad y el alcance de la infección.

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Marta Peirano: El enemigo conoce el sistema (Paperback, 2019, Debate) 4 stars

A finales de 2013, el Gobierno presenta la agencia de noticias internacional Rossiya Segodnya y el canal Sputnik, donde Margarita Simonyan asume el cargo de redactora jefe, sin dejar de dirigir RT. Ese mismo año, un empresario íntimo de Putin funda la Internet Research Agency (IRA), una pequeña agencia de desinformación que pronto se muda al 55 de la calle Savushkina en San Petersburgo, un edificio de cuatro plantas con cuarenta habitaciones y mil empleados que trabajan todos los días en turnos rotativos manejando cientos de miles de cuentas falsas.

Tienen un departamento para cada red social: LiveJournal, Vkontakte (el Facebook ruso), Facebook, Twitter e Instagram. Los bloggers publican diez post diarios en tres blogs diferentes. Hay equipos especiales publicando un mínimo de ciento veintiséis comentarios en los grandes medios. Hay ilustradores haciendo dibujos satíricos y cineastas haciendo vídeos que parecen noticias con actores pagados. Un año después de la ocupación rusa de Crimea, el IRA inunda las redes con toneladas de noticias falsas sobre las atrocidades del Gobierno ucraniano, incluidas leyendas urbanas sobre ejecuciones en masa, violaciones, torturas, «historias alternativas» sobre la Segunda Guerra Mundial y un relato insoportable acerca de la crucifixión de un bebé. Además de sus siniestras invenciones, el personal del IRA recibe material de la Agencia rusa de espionaje y de sus hackers.[6] Hay llamadas intervenidas, emails hackeados y documentos secretos que son convenientemente «filtrados» a los medios internacionales para justificar las acciones del Kremlin. El material surca las redes sociales como un virus de la gripe en una guardería antes de ser «recogido» por RT y Rossiya Segodnya, que legitiman la información y la traducen como el tono exaltado de unos activistas espontáneos. En ese momento, RT es el canal de YouTube más popular del planeta. Los especialistas llaman a su táctica «la doctrina Gerasimov»

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Marta Peirano: El enemigo conoce el sistema (Paperback, 2019, Debate) 4 stars

Cuando empieza su segundo mandato como presidente de la Federación Rusa, Putin tiene ya un problema serio con Ucrania. La Revolución Naranja ha derrotado a su candidato, Víktor Yanukóvich, y ha elegido al proeuropeo Víktor Yúshchenko. En 2005 financia el lanzamiento de una cadena de noticias internacional, llamada Rusia Today. Un vehículo de propaganda que capitalizará el rechazo popular a los medios tradicionales, imitando el periodismo ciudadano de Occupy y OffTheBus del Huffington Post, adereza con la salsa picante de la desinformación. Al principio nunca pretendieron ser otra cosa. En una entrevista para el diario Kommersant, su directora Margarita Simonyan justificaba la adjudicación de dinero público argumentando que «[en 2008] el Ministerio de Defensa estaba luchando contra Georgia, pero nosotros hicimos la guerra de información, y lo que es más, contra todo el mundo occidental». En 2009 lanzan su división estadounidense, y cambian su nombre a RT. Ahora su objetivo manifiesto es «ofrecer una versión alternativa a los medios tradicionales» pero también alternativa a la visión occidental y anglosajona del mundo. El mensaje de fondo es que la verdad no existe, solo versiones o interpretaciones de la realidad, y que la de RT es tan buena como la de cualquier otro. «En 2008 [nuestra audiencia] no era mucha. Ahora sería muchísimo mejor, porque le enseñamos a los estadounidenses noticias alternativas acerca de sí mismos reflexionaba Simonyan en una entrevista posterior al mismo diario—. No lo hacemos para empezar una revolución en Estados Unidos, porque eso sería ridículo, sino para conquistar una audiencia [...]. Cuando llegue el momento, habremos construido esa audiencia que estará acostumbrada a venir a buscarnos para ver la otra cara de la verdad, y entonces claro que haremos un buen uso de eso.

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La principal diferencia entre la propaganda y la desinformación es que la primera usa los medios de comunicación de maneras éticamente dudosas para convencer de un mensaje, mientras que la segunda se inventa el propio mensaje, que está diseñado para engañar, asustar, confundir y manipular a su objetivo, que termina por abrazar sus dogmas para liberarse del miedo y acabar con la confusión. Casi siempre proviene de una persona de confianza o prestigio. Se basa en fotos y documentos alterados, datos fabricados y material sacado de contexto para crear una visión distorsionada o alternativa de la realidad. Sus temas recurrentes son extraídos de la misma sociedad a la que quieren intervenir. La campaña de desinformación empieza por identificar las grietas preexistentes para alimentarlas y llevarlas al extremo.

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Técnicamente, todo empezó con las cookies. Era 1994 y Lou Montulli trataba de implementar la interacción del navegador Netscape con un carrito de compras virtual. La idea era que la aplicación reconociera al usuario y recordara los distintos artículos que había en su cesta sin tener que guardar sus datos en el servidor de la tienda. Montulli usó Javascript, un lenguaje para la web creado por Netscape, para insertar un pequeño archivo de texto en el navegador que registrara esos datos sin «molestar» al usuario. Así nacieron las cookies, el trocito de código que se pega a tu navegador cuando pasas por un sitio web y que le dice al servidor de esa web quién eres. En cuanto pudieron reconocer al usuario de manera única, los portales empezaron a guardar información sobre él, con la inocente intención de cambiar su aspecto de acuerdo a sus preferencias. Teóricamente, la cookie solo podía ser leída por la página que la había puesto, y solo cuando el usuario volvía a la página en cuestión. En 1996, una empresa llamada DoubleClick empezó a colocar banners en miles de páginas diferentes e inventó las «cookies de terceros», que registraban información cada vez que el usuario visitaba cualquiera de esas páginas. Además de identificar al usuario de manera única, la nueva cookie (también llamada tracker) registraba las páginas visitadas y su contexto: qué artículos leía, qué anuncios miraba, qué productos compraba. DoubleClick aseguró que lo hacía para no repetir el mismo anuncio demasiadas veces al mismo usuario y que «nunca trataría de conocer la identidad real del dueño o usuario del navegador». Después se fusionó con una empresa de marketing directo llamada Abacus Direct, y su catálogo de dos mil millones de transacciones con el nombre, dirección, número de teléfono, e-mail y dirección física del comprador. Después Google compró DoubleClick.

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Una investigación de Privacy International reveló que los servicios secretos egipcios habían contratado tecnología de Nokia Siemens Networks para pinchar las llamadas de sus ciudadanos y una infraestructura alternativa para seguir conectados después de «apagar» la red. También usaban software espía de dos empresas europeas: el sistema de control remoto de la italiana Hacking Team, que permite acceso a dispositivos ajenos de manera remota, y otro similar de la firma alemana FinFisher.

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En la misma leyenda, el «momento Tahrir» empieza en junio de 2010, cuando otro empleado de Google llamado Wael Ghonim abre en Facebook un grupo llamado «Todos somos Khaled Saeed». El grupo era anónimo. Khaled Saeed era el nombre de un informático egipcio de veintiocho años que había sido sacado a rastras de un cibercafé y asesinado a golpes en la calle por dos policías en Alejandría por publicar vídeos que les implicaban en redes de narcotráfico. El informe oficial dijo que Saeed se había asfixiado tratando de tragarse una bolsa de hachís, pero su hermano publicó la foto del cadáver, y la página de Facebook se convirtió en el epicentro de una revuelta civil. Allí se convoca la manifestación que reunió a cientos de miles de egipcios en la plaza de Tahrir el 25 de enero de 2011, propiciando la dimisión del presidente de la República Árabe de Egipto, Hosni Mubarak, después de treinta años de dictadura.

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En realidad, todo empezó en una lista de correo donde apareció la convocatoria: #OccupyWallStreet. Are you ready for a Tahrir moment? La habían mandado Kalle Lasn y Micah White, dos veteranos de la protesta, editores de la revista Adbusters, un fanzine anticapitalista famoso por usar el lenguaje de la publicidad para destruir la publicidad. Y Messina había copiado literalmente el hashtag de los canales del IRC. Nada nuevo bajo el sol, pero el principio de una leyenda.

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Occupy Wall Street empezó como un #hashtag en Twitter —dice Steven Johnson—.[29] Y no fue nada más que un hashtag durante tres o cuatro meses hasta que la gente dijo que quizá sería buena idea ocupar Wall Street. [...] Y lo que más me gusta es que, si pudiéramos volver atrás en el tiempo y decirles a los creadores de Twitter, Evan Williams, Jack Dorsey y Biz Stone, que su creación, su plataforma, sería utilizada para organizar manifestaciones en todo el mundo mediante hashtags, ellos habrían dicho: ¿qué es un hashtag?» Porque Twitter no había implementado el signo de almohadilla como etiqueta para marcar un tema de conversación, sino que lo «inventó» un diseñador de Google llamado Chris Messina en 2007. Los dueños de la plataforma tardaron dos años en incorporarlo de manera oficial, pero ahora eran la nueva portada. Como dice William Gibson, la calle siempre encuentra su propio uso para las cosas. «Todo empezó de la manera más inocua el 13 de julio con un post instando a la gente a #OccupyWallStreet empieza la nota de Reuters—. El movimiento Occupy, descentralizado y sin líder, ha movilizado a miles de personas en todo el mundo usando exclusivamente internet. La multitud se ha conectado y organizado en gran parte a través de Twitter y también plataformas como Facebook y Meetup.

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Julian Assange presentó Wikileaks.org en el congreso anual del Chaos Computer Club de 2007 como «una Wikipedia incensurable para filtración masiva de documentos y análisis». Dijo que querían denunciar regímenes opresores en Asia, el antiguo bloque soviético, el África subsahariana y Oriente Medio, y «servir de herramienta a personas de todas las regiones que quieran revelar comportamientos inmorales en sus gobiernos y corporaciones». El australiano era miembro de una respetada lista de correo llamada Cypherpunks y en seguida encontró apoyo en la comunidad hacker, pero su salto a la cultura popular llega con la publicación de unos manuales secretos de la Iglesia de la Cienciología, donde se explicaban sus protocolos para silenciar periodistas o vigilar a las personas «supresivas» que habían escapado a la secta. La Iglesia activó todos sus recursos legales, propiciando el famoso efecto Streisand, por el cual el esfuerzo por censurar un contenido provoca el efecto contrario. En This Machine kills secrets, Andy Greenberg lo llamó «el momento más gratificante del ascenso de WikiLeaks». Assange contestó a las amenazas con el panaché que le haría mundialmente famoso: «WikiLeaks no piensa ceder a las peticiones abusivas de la Cienciología más de lo que ha cedido a demandas similares de bancos suizos, plantas rusas secretas de células madre, kleptócratas africanos o el Pentágono».

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