Es un librito que se lee en dos tardes. Es entretenido en algunos pasajes:
"El que adquiere territorios nuevos de estas características debe respetar dos principios si quiere conservarlos: el primero consiste en extinguir la familia del antiguo príncipe; el segundo en no alterar sus leyes ni sus tributos." Me imagino un país invadiendo España y ejecutando a toda la familia real. Sería bastante Juego de Tronos. Aunque parece que Juego de Tronos se inspiró en este libro porque hay bastantes otras joyitas.
"Ahora bien, las dificultades aparecen cuando se adquieren Estados en un país de lengua, costumbres e intituciones diferentes. Uno de los remedios mayores y más eficaces sería que quien los adquiere pasase a residir allí." Me imagino a la familia real desplazándose y a toda la corte de Madrid a Barcelona.
"Cuando las ciudades o los países están acostumbrados a vivir bajo el dominio de un príncipe, si la familia de este queda extinguida, dado que por un lado están acostubmrados a obedecer y por otro ya no tienen a su viejo príncipie, para elegir uno entre ellos no se ponen de acuerdo y vivir libres no saben; de forma que siempre son más lentos a la hora de tomar las armas y con tanta más facilidad se los puede un príncipe ganar y guardarse de ellos. Pero en las repúblicas hay mayor vida, mayor odio, más deseo de venganza; no les abandona ni muere jamás la memoria de la antigua libertad, de forma que el procedimiento más seguro es destruirlas o vivir en ellas."
"El que ocupa un estado debe tener en cuenta la necesidad de xaminar todos los castigos que ha de llevar a cabo y realizarlos todos de una sola vez, para no tenerlos que renovar cada día y para poder tranquilizar a los súbditos y ganárselos con favores. Quien procede de otra manera, ya sea por debilidad o por perversidad de ánimo, se verá siempre obligado a tener el cuchillo en mano; jamás se podrá apoyar en sus propios súbditos, pues las injusticias impedirán que se sientan seguros con él. Porque las injsuticia sse deben hacer todas a la vez a fin de que , por gustarlas menos, hagan menos daños, mientras que los favores se deben hacer poco a poco con el objetivo de que se saboreen mejor. Y un prí´ncipe debe, sobre todo, proceder con sus súbditos de forma que ninguna eventualidad, favorable o desfavorable, le obligue a cambiar su conducta, puesto que cuando con los tiempos adversos llega la necesidad, ya no esta´s en condicicones de hacer el mal, mientras que el bien que haces ya no te sirve de nada porque todos los estiman forzado oy no te proporciona ninguna clase de agradecimiento."
"Un príncipe debe conceder poca improtancia a que lo tachen de tacaño si con ello no se ve obligado a despojar a sus súbditos, puede defenderse, no se ve reducido a la pobreza y al desprecio y no se ve forzado a convertirse en rapaz."
"Es mucho más seguro ser temido que amado cuando se haya de renunciar a una de las dos. Porque en general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todo tuyos, te ofrecen la sangre, ls bienes, la vida, los hijos, cuando la necesidad está lejos; pero cuando se te viene encima vuelve la cara." "Además, los hombres vacilan menos en hacer daño a quien se hace amar que a quien se hace temer, pues el amor emana de una vinculación basada en la obligación ,la cual (por la maldad humana) queda rota siempre qu ela propia utilidad da motivo para ello, mientras que el temoro emana del miedo al castigo, el cual jamás te abandona. Debe, no obstante, el príncipe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado."
"No puede, por tanto, un señor prudente, ni debe, guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promera"
"No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto. Por tanto, un príncipe prudente debe procurarse un tercer procedimeinto, eligiendo en su estado hombres sensatos y otrogando solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicament een aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra. Sin embargo, debe preguntarles de cualquier cosa y escuchar sus opiniones, pero después decidir por sí mismo y a su manera. Ante estos consejos y ante cada uno de sus consejeros, debe actuar de manera que cada uno sepa que tanto más aceptado será cuanto más libremente s ehable, pero fuera de ellos no ha de querer escuchar a nadie, ha de proceder directamente a la ejecucicón de la decisión adoptada y mantener su decisión con energía. El que actúa de otra manera o bien se pierde por culpa de los aduladores o bien cambia constantemente de determinación por las diferencias de pareceres, lo cual acarrea una baja estimación entre sus súbditos."